Sudestada

Conventillo. Intervención digital en foto tomada por Myriam B. Mahiques

Don Tommaso había pasado la vida entre barcos y cantinas, un trabajador más entre los jóvenes europeos; ahora, uno menos entre los viejos muertos o desplazados por innumerables inmigrantes limítrofes. Desde los últimos años, nada era igual en el conventillo de la Boca, sin sus compadres, sin los nietos propios y ajenos, renegados del barrio buscando las alturas del Centro.

Ese día, salió al patio, estiró sus articulaciones gastadas y miró al hermoso cielo soleado. Subió la escalera penosamente,  llamó a su vecino de antaño, y le dijo que le dolía todo el cuerpo. El vecino, lo miró comprensivo, y respondió: ¨-Succede a me-¨.

No les llevó mucho tiempo subir los trastos de don Tommaso, sólo había que hacer un poco de lugar en el cuarto de arriba,  tener cuidado con el tocadiscos y el colchón; las sillas, la mesita, aguantarían unos golpes más.

Compartir el mate durante la tarde de lluvia, también tenía su encanto, con la vista perdida en el horizonte del Riachuelo, y cada tanto atentos al agua que salía irremediablemente por la rejilla del patio, hasta ascender incontenida por las paredes de chapa.

¨- Yo credo que estos del servizio meteorológico sempre mienten.-¨

¨- E cosí, tómese otro cimarrón que tenemos para rato hasta que acabe la Sudestada....-¨