Arch. Myriam B. Mahiques Curriculum Vitae

Tuesday, November 20, 2012

La leyenda del Palacio Chrysler o actual Palacio Alcorta-Museo Renault

El Palacio Chrysler antes de los grandes desarrollos urbanos. Bajada de http://www.dodge-tech.com.ar/vb/showthread.php?t=31909
Postal del Palacio Chrysler en 1920. Imagen bajada de http://www.testdelayer.com.ar/Imagenes/palacio-chrysler.htm
Los boxes en el Palacio Chrysler. Imagen bajada de http://www.testdelayer.com.ar/Imagenes/palacio-chrysler.htm

He paseado por el Palacio Alcorta o Chrysler reciclado en algunas oportunidades, también he visitado  el bar del Museo Renault. Una obra impresionante. Sin embargo, no conocía la leyenda que lo envuelve, y, a pesar que el artículo es criticado por algunos errores (por ejemplo, no queda claro lo de la extensión de la pista y hay quienes dicen que la cifra se refiere a m2), les comparto el texto de Eduardo Parise para el diario Clarín on line:

¨En Buenos Aires, cuando se habla de palacios, la asociación inmediata pasa por recordar los que enmarcan a la avenida Alvear, o los que están junto a la plaza San Martín. También, algunos de la zona de Palermo Chico. Sin embargo, en este último sector, hay uno de esos edificios majestuosos al que no se suele contabilizar: es el que ahora se conoce como Palacio Alcorta, una construcción que en 1994 se transformó en la sede de costosos lofts. Pero no siempre fue así.
Proyectado en 1927 e inaugurado el 1 de diciembre de 1928, aquel palacio tuvo como destino original ser la sede de una concesionaria de autos que, como representante autorizado de una empresa estadounidense, armaba y comercializaba la marca Chrysler en la Argentina. Se llamaba Resta Hermanos y su edificio símbolo era ese que, a la altura del 3300 de la avenida Figueroa Alcorta, ocupaba y aún ocupa toda una manzana.
Se lo conocía como Edificio Chrysler, aunque aquella empresa nunca fue su dueña. En la planta baja, sobre la avenida, estaban el salón de venta y las oficinas y detrás, el área de montaje y fabricación de repuestos. En el primer piso, se ubicaban los talleres de retoque, terminación y depósito de vehículos. Pero la mayor curiosidad estaba en la gran terraza: una pista circular, de más de 1.700 metros de extensión y curvas peraltadas, que se usaba para probar los autos a alta velocidad. Inclusive, alguna vez se la usó para hacer carreras de motos, ya que tenía tribunas con capacidad para hasta 3.000 espectadores.
Dicen que aquella empresa dueña del lugar tuvo un duro final, a raíz de una jugada que hábiles estafadores le realizaron en 1931. Cuentan que todo empezó cuando en la tardecita de un viernes, un hombre llegó, compró un 0 kilómetro que pagó con un cheque y se fue con el auto. A la mañana siguiente, sábado, un hombre pidió un servicio de auxilio y, cuando lo asistieron, vieron que era el auto comprado el día anterior, pero con otro dueño. Lo había adquirido en efectivo, casi por la mitad de su valor.
Lo primero que se pensó era que el cheque aquel no tenía fondos y había que detener al presunto estafador. Lo encontraron a bordo del Vapor de la Carrera, el barco que, viajando toda la noche, hacía el cruce hacia Montevideo. El hombre alegó que había “reventado” el auto porque necesitaba juntar dinero que apostaría al día siguiente en el hipódromo de Maroñas a un caballo de gran sport. Como no le creían, hizo labrar un acta con el capitán del barco diciendo a qué caballo y qué cantidad importante iba a apostar. Después, lo bajaron del barco y lo detuvieron.
La leyenda dice que el domingo el caballo no sólo ganó, sino que pagó una fortuna. Y que el lunes, cuando fueron a la ventanilla a cobrar el cheque emitido el viernes, el cajero también pagó el importe sin problemas. Dicen que la concesionaria tuvo que afrontar peso sobre peso lo que hubiera ganado aquel apostador. Y que por eso la empresa fue absorbida por otra llamada Fevre y Basset, que se hizo cargo del edificio. Después, el palacio pasó a manos del Comando de Arsenales del Ejército y fue sede del Registro Nacional de Armas. Hasta que en 1994 lo reciclaron y se convirtió en sede de esos lujosos departamentos actuales.
El majestuoso Palacio Alcorta es obra de Mario Palanti, un famoso arquitecto milanés que vivió entre 1885 y 1979. Había llegado a la Argentina en 1909 y su talento está presente en muchos de los edificios que diseñó. Obviamente, el más famoso es uno que fue y es un símbolo de la Ciudad: el Palacio Barolo, de la gran Avenida de Mayo. Pero esa es otra historia.¨


Palacio Alcorta. Vista aérea del reciclaje. Imagen de Palermo-buenos aires.com
Palacio Alcorta. Imagen bajada de http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=475862

5 comments:

  1. Cuando fue del Ejercito, en las esquinas tenía unas torrecitas que parecian de un juego de ajedrez.
    Ahora estrenaban una peli documental sobre el Barolo, parece que es muy interesante!

    ReplyDelete
  2. HOla Ana, claro, fue el mismo arquitecto que hizo el Barolo. Voy a ver si veo alguna foto con las torrecitas, qué ridículo, jajaja. Besos,

    ReplyDelete
  3. Si, ahi me fije por google pero no veo ninguna. Por el año 1992, tiene que ser. Me acuerdo porque eso lo vi con un amigo que me dijo "es que hay un gigante que a la noche juega al ajedrez aca" jaja

    ReplyDelete
    Replies
    1. Ahhhh Ana, me encantan las leyendas porteñas, no sé si leíste el libro sobre las leyendas del cementerio de la Recoleta, de María R. Lojo, buenísimo. :)

      Delete
    2. No, no lo lei, voy a tratar de conseguirlo! :)

      Delete