El templo hindú de los elefantes. Foto de Martín Lucesole
Reproduciré hoy fragmentos del artículo de Virginia Mejía para La Nación Revista acerca del debate sobre el futuro del zoológico de la Ciudad de Buenos Aires, y dejaré el link para su lectura completa.
Mientras lo leía, recordaba películas de ciencia ficción e incluso el comic Futurama, donde algunos personajes ya no existen, sino sus imágenes holográficas; de hecho ya hay conciertos de música que explotan el tema de los cantantes fallecidos. Y pensaba si algún día el zoológico no contará más con animales reales, sino sus holografías y si, a fuerza de costumbre, será una experiencia más entre tantos avances tecnológicos.
Ir al zoológico de Palermo era uno de mis paseos favoritos y no lo visito desde el año ´95 o ´96. En el año 2004 conocí el zoológico de la ciudad de Los Angeles y ahí me dí cuenta de la diferencia, es como si de pronto se hubiera caído el velo que tenía ante mis ojos: los animales viven en la montaña, en un medio agreste, los recorridos de montaña son distintos, no ví ningún pabellón victoriano, hombres y animales comparten la naturaleza. Y por supuesto, no hay basura ni descuidos.
Vamos al artículo:
Islote de columnas bizantinas. Foto de Martín Lucesole
"No hay nada más lindo que estar en casa", dicen los que saben sobre derecho animal: leones, panteras, jirafas, cocodrilos, hipopótamos, anacondas y demás especies que pululan desde hace años tras las antiguas rejas deberían, según esta máxima, regresar cuanto antes a la selva. En cambio, para los defensores del zoo victoriano tradicional, lo mejor es que estas excéntricas especies no abandonen sus jaulas: ellas son las responsables de atraer a la gran masa de público que, con el pago de su entrada, solventa los proyectos científicos de conservación y los innumerables programas de ayuda social que ofrece el predio. En tanto, los activistas moderados piden que cese la reproducción de nuevas crías, pero que los animales ancianos continúen habitando en sus actuales moradas para evitarles el estrés producido por los traslados.
Por otro lado, los 52 monumentos históricos diseminados en las 18 hectáreas de los antiguos jardines de Juan Manuel de Rosas tampoco escapan a la controversia: algunos exigen una auditoría que revele su auténtico valor patrimonial y bregan por la eliminación total de los carteles comerciales. Incluso hay quienes añoran que se convierta en un paseo gratuito con espacio de conservación al estilo del Central Park de Nueva York. (....)
Daniel Bonarda abre la puerta de la incubadora y saca con extremo cuidado un gigantesco huevo negro similar a una palta silvestre y madura. Con el brazo extendido a lo alto lo mira atentamente y me lo acerca para que lo observe. "Es de águila. ¡Ojalá nazca bien!", desea, satisfecho, y lo vuelve a guardar. El cuidador es parte de la casa: hace 25 años que trabaja en el lugar. Sus expertas manos ya acariciaron cientos de huevos, lomos de feroces bestias y demás alimañas que la naturaleza creó. Hijo de trabajadores del Zoo, está orgulloso de ser veterinario en la legendaria institución. "Lamentablemente la gente acá viene con el prejuicio de que cuidamos mal a los animales", dice mientras me conduce al hospital donde una gigantesca camilla de metal apta para fieras se impone en la inmaculada habitación.Después visitamos el Departamento de Investigaciones Bio-reproductivas, donde almacenan recursos genéticos, y los Centros de Conservación de Animales Autóctonos en Extinción. Áreas que dan cuenta de que además de la típica postal de la jirafa con kilométrico cuello por sobre las rejas en este zoológico se trabaja también en programas científicos. "Nos gustaría poder seguir con todos estos programas. Yo mismo liberé 6 cóndores en Río Negro", explica, aludiendo a uno de los proyectos más exitosos, el del Cóndor Andino, la imponente ave cordillerana en extinción que sólo cría un pichón cada tres años.
El aviario. Foto de Martín Lucesole
La entrada del zoológico. Foto de wikipedia.org
"Para los niños el mayor encanto de este jardín radica en que les permite ver a los animales en vivo y en directo", asegura Claudio Bertonatti, el director de la anterior y la actual concesión, dispuesto a resistir los embates de las organizaciones que están en contra del cautiverio. "Por eso queremos mostrar las especies bandera:..¨(...)
El libro ZooCheck, de Bill Travers (1992), describe algunos de los más frecuentes síntomas que muestran los animales que padecen esta enfermedad llamada zoocosis: caminan de arriba abajo, siguiendo el mismo recorrido sin cesar (típico en los felinos), dan vueltas en círculos, lamen repetitivamente las paredes, los barrotes o las puertas de la jaula, giran el cuello de forma antinatural y se mecen hacia delante y atrás de forma obsesiva (característico en los monos).
En realidad, los cuestionamientos a los zoológicos tradicionales o victorianos nacieron en los años 60. Por ese entonces, varias instituciones del mundo acusadas de funcionar como cárceles de animales comenzaron a reemplazar las viejas jaulas por recintos más espaciosos, con ambientaciones que asemejaban el hábitat natural de los animales. Años más tarde, la Estrategia Mundial en la Conservación de los Zoológicos (The World Zoo Conservation Strategy, de 1993) sugirió no ingresar fauna exótica y focalizarse en la recreación, educación, investigación y conservación. Según la organización internacional Elephant Voices, un elefante en cautiverio vive 40 años menos que uno en libertad.
Si bien no hay estadísticas oficiales se estima que hoy habitan en el Zoológico de Buenos Aires unos 2500 ejemplares: los de cautiverio, los de libre circulación y los que pertenecen al acuario, donde se realizan shows para los visitantes y cuyo funcionamiento también se cuestiona, ya que una ley de la ciudad de Buenos Aires prohíbe la exhibición y el circo con animales. (...)
¨las consecuencias del cierre de zoológicos en Europa en 2003 luego de los cuestionamientos al cautiverio no tuvieron buenos resultados. "Hubo mucha crueldad, los animales terminaron subastados y en cotos de caza, donde se los mataba para fabricar zapatos o sillones de cuero." Además, al bajar los ingresos económicos esto repercutió de inmediato en la calidad nutricional de la fauna. Con respecto a los traslados, aclara que "es una utopía pensar que alguien va a solventar semejante gasto. Un millón de dólares costó llevar un elefante de Alaska a Estados Unidos", asegura. ¿Y si se los aparta del público? Esta tampoco sería una solución. "Uno como activista pierde el control de los animales y se los aparta para ponerlos en pasillos oscuros, sin luz natural como si estuvieran en Alcatraz." (...)
Un área de servicios, la obviedad de la decadencia. Foto de Martín Lucesole
El arco de triunfo. De wikipedia.org
Los vecinos y visitantes tienen criterios muy disímiles sobre el futuro de la institución. Pedro Kesselman vive en los pisos 12 y 13 de un edificio que está justo enfrente del tradicional paseo. Parados en la orilla del lago Darwin, este abogado de 76 años señala a lo alto el balcón de su departamento de Plaza Italia. Asegura que desde que se mudó ahí, en 1984, mira todas las mañanas hacia el parque y observa el paulatino deterioro de las especies y el patrimonio. Para el letrado, el estado actual del predio deja mucho que desear. Junto a un grupo de vecinos disconformes de la Comuna 14 presentó una acción de amparo: "Pedimos que instalen más carteles educativos, que se eliminen los comerciales y los de venta de pochoclos", cuenta. Todo esto, es decir, las confiterías, quioscos y demás negocios, distorsionan el sentido educativo y científico original del lugar. "Es un cambalache del subdesarrollo. Incluso, hay que limpiar los lagos para que en verano no haya un olor desagradable que impregna todo el barrio", remarca. (....)
También cuentan que las alicaídas columnas bizantinas que descansan sobre un islote del lago Darwin fueron traídas de Trieste en 1912 y que son originales del período ostrogodo en Ravena. El conjunto parece a punto de colapsar a pesar de los intentos por sostenerlo con una estructura metálica negra y oxidada. Si bien los historiadores coinciden en que se trata de la pieza arqueológica más antigua de la ciudad, todavía es un misterio al que alude la exhortación en latín de la parte superior: ¡Cives pentapolis in turrem ascendite, algo así como "Ciudadanos de la Quinta Ciudad, ascended a las torres!"
Lo cierto es que cada una de las 52 piezas arquitectónicas del parque en cuestión encierra en sí misma una historia. Fueron construidas a partir de 1888 durante la gestión del célebre naturista Eduardo Holmberg con un estilo acorde según el país del cual provenían las bestias. Algunos ejemplos son el Templo Hindú (1903) para los elefantes, el Monario Azul y el Árabe (1899) para los simios, y el Templo Indostánico de Bombay (1901) para las vacas. Los chicos se paseaban arriba de un pony, de un camello o de un elefante. También había un tranvía que recorría los 18 kilómetros del predio que en sus orígenes formaban parte de los jardines de la estancia del caudillo Juan Manuel de Rosas. (....)
En 1994, el Parque 3 de Febrero -que abarca al Zoo- fue declarado Área de Protección Histórica y tres años más tarde, se lo consideró Monumento Histórico Nacional. A pesar de las leyes, el actual conjunto arquitectónico consiste en una serie de valiosas piezas descascaradas. Las innumerables pero precarias restauraciones efectuadas durante los años estuvieron a cargo de las concesiones privadas de turno, sin continuidad en los criterios de conservación.
"La concepción victoriana de que debe ser un lugar de exhibición de animales con una escenografía de monumento no puede convivir con la lógica moderna", explica Mónica Capano, ex secretaria de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la ciudad de Buenos Aires, en referencia al primer zoo tomado como modelo, el de Londres de 1847, que albergaba exóticas fieras enviadas de todas partes del mundo como tributo a la reina Victoria.
Para la especialista urge hacer un inventario y una auditoría de corte para determinar exactamente cuál es el patrimonio histórico arquitectónico del lugar y luego proceder a la restauración no sólo de los monumentos, sino también de las estatuas que parecen esconderse detrás de los arbustos o al final de los pasillos. Entre ellas se destaca una réplica de la Venus de Milo, pintada con varias capas de un color que dista años luz del original. Unos metros más lejos, refugiada tras una planta, está Diana y la Cabra. La diosa griega de la caza tiene un pie mutilado por vándalos.
"Pero lo más espantoso fue lo que sucedió con la réplica en escala del Arco de Tito, que durante años fue la entrada principal frente a plaza Italia, una típica postal de Buenos Aires", revela María Carmen Arias Usandivaras, presidenta de la ONG Basta de Demoler. Allí se utilizó gran parte del terreno de la entrada para construir una gigantesca boletería. Así fue como el imponente arco del Foro Romano quedó relegado a un costado para dar lugar a la cartelería comercial. "Preservar es restaurar, no modificar", destaca la especialista.
Como si esto fuera poco, la que fue una importante biblioteca sobre ciencias naturales, con 12.000 volúmenes, hoy está clausurada tras la misteriosa desaparición de varios incunables, como la colección privada de Estanislao Zeballos, fotografías de la Sociedad Zoológica de Londres de 1827 y la primera edición del Cosmos de Alexander von Humboldt.
Foto de Martín Lucesole
RECUPERAR EL PAISAJE CREADO POR CARLOS THAYS
El arquitecto Rodolfo Livingston, amante del Buenos Aires antiguo, confiesa que cuando pasa con los nietos en auto por la avenida del Libertador y Sarmiento se entristece al ver el Zoológico invadido por carteles y por "unos enormes cubos o depósitos espantosos que nada tienen que ver con ese lugar increíble que era parte de la fantasía de la gente". Autor de decenas de libros, Livingston propone crear un área pública gratuita, un espacio de conservación como existe en el Central Park de Nueva York. "A nadie se le ocurre poner allí carteles. Se respeta su historia. Lo mismo en el Coliseo Romano", compara.
Para el profesor se debe volver al concepto de que el Zoológico es un paseo público no exclusivo, un lugar emblemático, donde las generaciones puedan reconocerse. En ese sentido demanda que se respeten los jardines y lagos diseñados por el célebre Carlos Thays. "Era un genio -califica al paisajista-, pensó adónde iban cada uno de los árboles, de los lagos, los arbustos. Uno va caminando y los senderos se van torciendo", asegura aludiendo a Borges. (...)
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