Basura en las calles de Palermo. Foto de Palermonline.com.ar
Hace unos 17 años, vivía en el barrio de Olivos, provincia de Buenos Aires. En ese entonces éramos 4, y vaya, que generábamos basura, entre pañales y comida. Recuerdo que los recolectores de la cuadra me ofrecieron bolsitas de plástico para residuos, y yo me negué a comprarles, aduciendo que en el supermercado estaban más baratas. Al día siguiente, mis bolsas llenas, las que se dejan en la calle en espera de recolección, estaban totalmente rotas, toda la basura desparramada, desde mi casa hasta la esquina. Me pregunté mientras juntaba todo, a quién me quejaría, la empresa, el Sindicato, seguramente los protegería y culparían a algún perro.
Hoy leía la nota de La Nación, sección Opinión ¨La falta de higiene urbana¨ y veo que mucho no ha cambiado. Entré a un sitio de Palermo, y sí, sigue habiendo basura en las calles, incluso luego de juntarla. No incluyo aquí algunas provincias, que se ven tan limpias y cuidadas, como Mendoza.
Luego, hay una cuestión de educación. Mucha gente, ve basura e incorpora más basura, como los boletos de los colectivos, los papelitos varios que debieran ir a los bolsillos hasta llegar al cesto correspondiente.
El autor de la nota hace mención a EEUU, y sí, acá hay otra cultura de la basura, aunque debo reconocer, que Los Angeles es mucho más sucio que Orange County (impecable) y New York, más sucio que San Francisco, etc. Además, la cultura viene de la mano con el rigor. Tirar un papel a la autopista, dependiendo de la localidad, implica 200$ de multa, por ejemplo.
Un plano de restaurante que no muestre un recipiente para basura, grande, de un material a prueba de roedores, no sería aprobado, es más, hay que mostrar en el plano dónde se dejará la basura, si el lugar de los contenedores está lejos, habrá que construír otro más cerca, para evitar que alguien se tiente a dejar la basura afuera. Dicho espacio, se construye con bloques y posee un portón metálico.
Entre las curiosidades, leía en el 2005 en Los Angeles Times, que la cantidad de cuervos que nos despiertan día a día junto a las gaviotas, se debe a toda la comida disponible dentro de los contenedores metálicos que se dejan en los alleys o calles de servicio. A ellos se suman los possums o comadrejas, tan gordas, de un tamaño que jamás había visto en mi vida -están muy bien alimentadas-. La recolección doméstica se hace una vez a la semana, con todas las bolsitas dentro de contenedores plásticos o los grandes metálicos, resistentes a ratas, perros, comadrejas, coyotes, osos y ardillas.
Los invito a leer la nota de La Nación:
¨Es lamentable el aspecto de algunas ciudades, empezando por Buenos Aires. En las esquinas se acumulan residuos, sobre todo durante los fines de semana, y abundan desperdicios y los olores nauseabundos que estos despiden por doquier. Esto no es nuevo. Se ha agravado en forma proporcional con el aumento de la población. Es común culpar a las autoridades de una situación tan desagradable que afecta tanto las pupilas como el olfato.
¿Es realmente culpa de las autoridades? Tienen parte de la responsabilidad, desde luego, pero ocho de cada diez argentinos admiten que la gente contribuye poco o nada a la limpieza de la ciudad, según un revelador sondeo de TNS Gallup. Las opiniones están divididas, en realidad. Seis de cada diez argentinos consideran que su ciudad está algo o muy sucia; el resto, cuatro de cada diez, opina que está limpia.
Es innegable que existe un abismo entre Buenos Aires y el conurbano bonaerense y el interior del país, en algunas de cuyas ciudades se preservan sanas costumbres como barrer a diario la vereda y ufanarse de una higiene que a menudo no reconoce el límite entre lo público y lo privado. En la Capital, como en toda ciudad de grandes dimensiones, no hay condena social entre nosotros mismos si alguien arroja basura en la calle y, de ese modo, no sólo contribuye a afear su aspecto, sino también a tapar las bocas de tormenta o poner en riesgo la integridad de los demás.
Del sondeo surge un dato esclarecedor: siete de cada diez entrevistados han coincidido en que la gente es la responsable de que la ciudad en la que viven esté sucia. Es diferente esa percepción en la Capital, donde el 79 por ciento cree que está "algo o muy sucia", respecto del 66 por ciento y el 59 por ciento que piensan lo mismo en el Gran Buenos Aires y el interior del país, respectivamente.¨
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