Museo Nacional de Qatar. Por Jean Nouvel. Foto de Revista Eñe
Artículo publicado sobre el Museo Nacional de Qatar, por Jean Nouvel. Autor Nicolai Ouroussoff, para New York Times y Clarín. Martes 6 de Abril de 2010
Pocos arquitectos han dedicado tanto tiempo a tratar de cerrar la brecha entre la estética de la alta tecnología de Occidente y las tradiciones de Oriente Medio como Jean Nouvel.
Su diseño para el Instituto del Mundo Árabe de París en 1987 estuvo dominado por aberturas mecánicas, reguladas por la luz, dispuestas en un esquema que evocaba motivos islámicos.
Una filial del Museo del Louvre proyectada en Abu Dhabi estará protegida del sol por una bóveda gigantesca que transforma sus cimientos en una especie de oasis. Y los obreros están dando los toques finales a una torre de oficinas en Doha, Qatar, que está envuelta en un entramado de aluminio y coronada por una cúpula afiligranada como una mezquita.
No obstante, el diseño de Nouvel para el Museo Nacional de Qatar podría ser el acto de síntesis cultural más abiertamente poético del arquitecto francés hasta el momento. En una serie de grandes proyectos museísticos en Doha, que incluyen el Museo de Arte Islámico de I.M. Pei inaugurado hace un año, forma parte de una iniciativa estatal destinada a estimular el intercambio del tráfico cultural entre Oriente y Occidente, tradición y modernidad luego de muchos años en que parecía moverse solamente en un sentido. Cada nivel del proyecto de Nouvel, desde sus materiales hasta sus formas dominantes pasando por su distribución expandida, refleja un esfuerzo ricamente imaginativo por mantener una conexión con el mundo evanescente de los beduinos, de quienes procede el Quatar moderno, adoptando al mismo tiempo las realidades de una sociedad urbanizada.
Inspiradas en las rosas de arena, esas pequeñas formaciones que se cristalizan justo debajo de la superficie del desierto, las docenas de formas semejantes a discos que se cruzan en ángulos desiguales y se apilan en forma despareja unas sobre otras, celebran una delicada belleza en el paisaje desértico que es invisible para aquellos que no lo hayan conocido. La levedad con que estas formas se apoyan en la tierra, por su parte, conjura el carácter etéreo de la vida en el desierto.
Bajo estos techos con forma de discos, el edificio es una cadena de pabellones interconectados y terrazas exteriores que rodean un enorme patio abierto al aire libre, una disposición que evoca los "caravasares", los refugios que se construían sobre las antiguas rutas comerciales. El Palacio Amiri, una estructura tradicional de ladrillo de barro construida para la familia real en la década de 1920, asoma entre los pabellones cerca de la entrada principal del museo, donde actúa como ancla visual.
Visto desde arriba en una maqueta, las formas de disco abstractas volcadas recuerdan la descripción que hizo el explorador Wilfred Thesiger de la "confusión aparentemente caprichosa" de las dunas del desierto. Las superficies de los discos de concreto, de un color beige rosado, repiten las formas ocultas que dan a las arenas del desierto su riqueza la sutil mezcla de colores, de granos densos y livianos.
Pero cuanto más se miran las representaciones, más se convierte el proyecto en un edificio definido por una sensibilidad que apunta al futuro. La disposición asimétrica de los discos cuyos bordes delgados como navaja enfatizan la levedad del edificio expresa ideas arquitectónicas contemporáneas de heterogeneidad y de apertura. Las galerías estarán dispuestas sin rigor en orden cronológico, empezando con las exposiciones sobre la historia natural del desierto y el Golfo Pérsico, objetos de la cultura beduina, exposiciones históricas sobre las guerras tribales y el establecimiento del Estado de Qatar, y por último el descubrimiento de petróleo hasta el presente. Las placas inclinadas que forman las paredes en algunos lugares crearán vistas repentinas y estrechas de una sala a otra, arrastrando a los visitantes. Pero la disposición también permitirá que el público entre y salga entre los pabellones de las galerías, tratando a éstas como una secuencia única o como capítulos individuales de una narrativa menos rigurosa.
Nouvel imagina un número mínimo de objetos exhibidos fijos carpas, textiles, barcos de pesca dispuestos en el centro de las salas, como en un museo más tradicional. Las paredes de las galerías estarían cubiertas por imágenes móviles a gran escala que pretenden sumergir a los visitantes en el mundo del desierto.
Como él mismo dijo recientemente: "Para entender el desierto hoy hacen falta helicópteros y Jeeps de tracción en las cuatro ruedas.
Pienso que podríamos replicar esa experiencia aquí, para que el museo sea una especie de portal al desierto".
La frescura del diseño es puesta de relieve por su relación con el distinguido Museo de Arte Islámico de Pei, expresión de un equilibrio ideal entre la arquitectura islámica tradicional y el modernismo igualmente tradicional.
La creación de Nouvel da peso a una historia subestimada permaneciendo a la vez firmemente orientado hacia el futuro. Juntos, ambos museos forman los tanteos de un diálogo sobre identidad cultural que debería resonar a ambos lados de la línea divisoria.
Su diseño para el Instituto del Mundo Árabe de París en 1987 estuvo dominado por aberturas mecánicas, reguladas por la luz, dispuestas en un esquema que evocaba motivos islámicos.
Una filial del Museo del Louvre proyectada en Abu Dhabi estará protegida del sol por una bóveda gigantesca que transforma sus cimientos en una especie de oasis. Y los obreros están dando los toques finales a una torre de oficinas en Doha, Qatar, que está envuelta en un entramado de aluminio y coronada por una cúpula afiligranada como una mezquita.
No obstante, el diseño de Nouvel para el Museo Nacional de Qatar podría ser el acto de síntesis cultural más abiertamente poético del arquitecto francés hasta el momento. En una serie de grandes proyectos museísticos en Doha, que incluyen el Museo de Arte Islámico de I.M. Pei inaugurado hace un año, forma parte de una iniciativa estatal destinada a estimular el intercambio del tráfico cultural entre Oriente y Occidente, tradición y modernidad luego de muchos años en que parecía moverse solamente en un sentido. Cada nivel del proyecto de Nouvel, desde sus materiales hasta sus formas dominantes pasando por su distribución expandida, refleja un esfuerzo ricamente imaginativo por mantener una conexión con el mundo evanescente de los beduinos, de quienes procede el Quatar moderno, adoptando al mismo tiempo las realidades de una sociedad urbanizada.
Inspiradas en las rosas de arena, esas pequeñas formaciones que se cristalizan justo debajo de la superficie del desierto, las docenas de formas semejantes a discos que se cruzan en ángulos desiguales y se apilan en forma despareja unas sobre otras, celebran una delicada belleza en el paisaje desértico que es invisible para aquellos que no lo hayan conocido. La levedad con que estas formas se apoyan en la tierra, por su parte, conjura el carácter etéreo de la vida en el desierto.
Bajo estos techos con forma de discos, el edificio es una cadena de pabellones interconectados y terrazas exteriores que rodean un enorme patio abierto al aire libre, una disposición que evoca los "caravasares", los refugios que se construían sobre las antiguas rutas comerciales. El Palacio Amiri, una estructura tradicional de ladrillo de barro construida para la familia real en la década de 1920, asoma entre los pabellones cerca de la entrada principal del museo, donde actúa como ancla visual.
Visto desde arriba en una maqueta, las formas de disco abstractas volcadas recuerdan la descripción que hizo el explorador Wilfred Thesiger de la "confusión aparentemente caprichosa" de las dunas del desierto. Las superficies de los discos de concreto, de un color beige rosado, repiten las formas ocultas que dan a las arenas del desierto su riqueza la sutil mezcla de colores, de granos densos y livianos.
Pero cuanto más se miran las representaciones, más se convierte el proyecto en un edificio definido por una sensibilidad que apunta al futuro. La disposición asimétrica de los discos cuyos bordes delgados como navaja enfatizan la levedad del edificio expresa ideas arquitectónicas contemporáneas de heterogeneidad y de apertura. Las galerías estarán dispuestas sin rigor en orden cronológico, empezando con las exposiciones sobre la historia natural del desierto y el Golfo Pérsico, objetos de la cultura beduina, exposiciones históricas sobre las guerras tribales y el establecimiento del Estado de Qatar, y por último el descubrimiento de petróleo hasta el presente. Las placas inclinadas que forman las paredes en algunos lugares crearán vistas repentinas y estrechas de una sala a otra, arrastrando a los visitantes. Pero la disposición también permitirá que el público entre y salga entre los pabellones de las galerías, tratando a éstas como una secuencia única o como capítulos individuales de una narrativa menos rigurosa.
Nouvel imagina un número mínimo de objetos exhibidos fijos carpas, textiles, barcos de pesca dispuestos en el centro de las salas, como en un museo más tradicional. Las paredes de las galerías estarían cubiertas por imágenes móviles a gran escala que pretenden sumergir a los visitantes en el mundo del desierto.
Como él mismo dijo recientemente: "Para entender el desierto hoy hacen falta helicópteros y Jeeps de tracción en las cuatro ruedas.
Pienso que podríamos replicar esa experiencia aquí, para que el museo sea una especie de portal al desierto".
La frescura del diseño es puesta de relieve por su relación con el distinguido Museo de Arte Islámico de Pei, expresión de un equilibrio ideal entre la arquitectura islámica tradicional y el modernismo igualmente tradicional.
La creación de Nouvel da peso a una historia subestimada permaneciendo a la vez firmemente orientado hacia el futuro. Juntos, ambos museos forman los tanteos de un diálogo sobre identidad cultural que debería resonar a ambos lados de la línea divisoria.
Nouvel imagina un mínimo de elementos expuestos, como textiles, carpas, alegorías de barcos, dispuestos en las salas
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