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¨Las vidrieras de la catedral de Chartres son únicas en muchos aspectos. En ningún otro lugar ha sobrevivido tanto vidrio medieval a las guerras, las tormentas, la intolerancia religiosa y la desidia de siglos. De las 173 ventanas originales, 143 se encuentran en su mayor parte intactas, y hay en total casi 1500 vitrales con escenas y figuras que componen una biblioteca en imágenes prácticamente sin igual sobre la vida y las creencias medievales. Aparte de esto, consideradas en conjunto constituyen un programa artístico de una calidad y ambición rara vez vistas, comparable por su complejidad iconográfica con la Capilla Sixtina, de Miguel Angel, o la capilla de los Scrovegni, de Giotto. La catedral que vemos hoy es en su mayor parte posterior al incendio de 1194, que destruyó todo el antiguo edificio románico, salvo el ala oeste. El clero vio la ocasión de construir una catedral mayor y mejor en el nuevo estilo gótico, y los responsables de la reconstrucción concibieron un programa que integrara vitrales, arquitectura y escultura en una enérgica afirmación de la autoridad y el dogma de la Iglesia. Una de las grandes innovaciones de la arquitectura gótica fue el arbotante, que liberaba los muros de la carga de la bóveda y hacía posible abrir vanos más amplios. El espacio así ganado para los vitrales permitió desarrollar la iconografía y todo un nuevo vocabulario y unos nuevos medios de expresión en vidrio de colores. El resultado fue una explosión de creatividad durante la segunda mitad del siglo XII, que alcanzó su culminación en las catedrales góticas del XIII, en particular las de Bourges, Reims, Amiens, París y, sobre todo, Chartres. La instalación de los vitrales de Chartres se prolongó durante treinta años o más, comenzando hacia 1205.
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La impresión que recibe quien visita Chartres por primera vez suele ser profunda. A muchos les sorprende la oscuridad del interior incluso en un día soleado. Los intensos colores del vidrio -principalmente rojo, azul, amarillo y verde, y en menor cantidad, morado, marrón y rosa- crean una atmósfera mágica. Se trata de un efecto deliberado, al menos en parte; al fin y al cabo, las catedrales góticas eran, en cierto sentido, una evocación de la Jerusalén celestial descripta en el Apocalipsis de San Juan, y los vitrales eran las joyas de la ciudad celestial. Lo más llamativo son los tres grandes rosetones situados en los puntos cardinales Norte, Sur y Oeste del edificio. Estos maravillosos despliegues de luz, color y geometría celebran la vida de Jesucristo y la Virgen María (incorporando también las armas de soberanos seculares, Blanca de Castilla y un duque de la región) y marcan la pauta para el resto de los vitrales. El alto ventanal oriental en el coro vuelve a subrayar lo importante, con la Virgen sosteniendo al Niño Jesús. La preeminencia concedida a la figura de María en Chartres no sólo se debe a que la catedral le estaba dedicada, sino también al hecho de que la reliquia más valiosa que en ella se guardaba era su túnica -la Sancta Camisa-, que había sobrevivido milagrosamente al incendio de 1194, al igual que el célebre vitral conocido como Notre-Dame de la Belle Verrière («Nuestra Señora del Bello Vitral»). La ventana oriental del deambulatorio, tras el altar mayor, refleja los intereses del capítulo catedralicio. Este importante lugar se reservaba tradicionalmente al árbol de Jesé (con la genealogía de Cristo) o la Pasión, pero en Chartres lo ocupan las vidas de los Apóstoles. Ello revela la importante deriva que se produce en la Iglesia occidental a principios del siglo XIII desde los grandes temas místicos hacia las ilustraciones de la vida cristiana activa. Por la misma razón, casi todas las ventanas que circundan el edificio al nivel del suelo -las más visibles para los fieles laicos- muestran vidas y relatos de santos y parábolas evangélicas.¨
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Del artículo publicado en La Nación Revista
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