Mati Klarwein "Aleph Sanctuary" vista del cielorraso. 1963-1970 Imagen de http://www.phantasmaphile.com/images
Desde que leí el libro El Aleph, quedé fascinada con Borges y si hay un texto que disfruto de leer una y otra vez, es su descripción del Aleph, el punto que encierra todos los puntos, la primera letra del alfabeto sagrado.
¨¿Cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está en todas partes y las circunferencia en ninguna; Ezequiel, de un ángel de cuatro caras que a un tiempo se dirige al Oriente y al Occidente, al Norte y al Sur. (No en vano rememoro esas inconcebibles analogías; alguna relación tienen con el Aleph.) Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Por lo demás, el problema central es irresoluble: La enumeración, si quiera parcial, de un conjunto infinito. En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia¨.
Es interesante notar que el Aleph del sótano había sido descubierto por el niño Carlos Argentino Daneri, y me pregunto si Borges habrá sido ese niño y si así imaginó el concepto de infinito cuando su abuela se lo explicó por primera vez.
En su entrevista con Stephen Cape y Daniel Bourne, Borges cuenta que su abuela de Junín –al Oeste del fin de la civilización- le hablaba de los indios Pampas, y que de hecho, su aritmética, tenía el siguiente principio: ella levantaba una mano y decía ¨Te enseñaré la matemática de los indios Pampas¨.
¨No entenderé¨, respondía el niño Borges.
¨Sí¨, decía la abuela, ¨mira mis manos, 1, 2, 3, 4, muchos¨.
Notemos también que Borges contiene al Aleph en un espacio definido claramente, en un baúl, y le da una medida bastante precisa, como la restricción de los dedos de las manos:
¨El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño¨.
Así que el profesor Borges consideraba que el infinito se encerraba en las manos de su abuela, y que había notado en lo que los hombres de literatura llaman ¨los Pampas¨, que la gente apenas tiene la noción de las distancias, que no piensan en términos de millas, leguas.
Ante tal comentario, Daniel Bourne le dice que un amigo de él proveniente de Kentucky, le cuenta que los lugareños hablan de distancias en montañas, como ¨una montaña o dos más allá¨, resolución lógica para quienes viven en espacios abiertos y no cuentan con elementos físicos como unidad conceptual de medida.
A lo que el maestro, defensor de su idea de distancia matemática, responde, con su conocida sorna: ¨¿Realmente?. Qué extraño.¨
Para leer la entrevista completa, entre a este link
http://www3.wooster.edu/artfuldodge/interviews/borges.htm
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