Arch. Myriam B. Mahiques Curriculum Vitae

Tuesday, August 30, 2011

El templo, la ciudad, los arquetipos, el sueño

Recreación artística de la ciudad de Lagash. Google images

Lugar sagrado por excelencia, el templo tenía un prototipo celeste. En el monte Sinaí, Jehová muestra a Moisés la «forma» del santuario que deberá construirle: «Y me harán un santuario y moraré en medio de ellos: conforme en todo al diseño del tabernáculo que te mostraré, y de todas las vasijas para su servicio... Mira y hazlo según el modelo que te ha sido mostrado en el mundo.» (Exodo, XXV, 8-9, 10.) Y cuando David entrega a su hijo Salomón el plano de los edificios del templo, del tabernáculo y de todos los utensilios, le asegura que «todas estas cosas me vinieron a mí escritas de la mano del Señor, para que entendiese todas las obras del diseño.» (Crónicas. I, XXVIII, 19.) Por consiguiente, vio el modelo celestial. El más antiguo documento referente al arquetipo de un santuario es la inscripción de Gudea relacionada con el templo levantado por él en Lagash. El rey ve en sueño a la diosa Nidaba que le muestra un panel en el cual se mencionan las estrellas beneficas, y a un dios que le revela el plano del templo. También las ciudades tienen su prototipo divino. Todas las ciudades babilónicas tenían sus aquetipos en constelaciones: Sippar, en el Cáncer; Nínive, en la Osa Mayor; Assur, en Arturo, etc. Senaquerib manda edificar Nínive según el «proyecto establecido desde tiempos remotos en la configuración del cielo». No sólo hay un modelo que precede a la arquitectura terrestre, sino que además éste se halla en una «región» ideal (celeste) de la eternidad. Es lo que proclama Salomón: «Y dijiste que yo edificaría un templo en tu santo Nombre y un altar en la ciudad de tu morada, a semejanza de tu santo tabernáculo, que Tú preparaste desde el principio.» (Sabiduría, 9, 8.)
Una Jerusalén celestial fue creada por Dios antes que la ciudad de Jerusalén fue construida por la mano del hombre: a ella se refiere el poeta, en el libro de Baruch, II, 2, 2-7: «¿Crees tú que ésa es la ciudad de la cual yo dije: "Te he edificado en la palma de mis manos"? La construcción que actualmente se halla en medio de vosotros no es la que se reveló en Mí, la que estaba lista ya en el momento en que decidí crear el paraíso y que mostré a Adán antes de su pecado...» La Jerusalén celeste enardeció la inspiración de todos los profetas hebreos: Tobías, XIII, 16; Isaías, LIX, 11 sigs.; Ezequiel, LX, etc. Para mostrarle la ciudad de Jerusalén, Dios transporta a Ezequiel en un sueño extático y lo lleva a una montaña muy elevada (LX, 6 sigs.). Y los Oráculos sibilinos conservan el recuerdo de la Nueva Jerusalén, en el centro de la cual resplandece «un templo con una torre gigantesca que toca las nubes y todos la ven». Pero la más hermosa descripción de la Jerusalén celestial se halla en el Apocalipsis (XXI, 2 sigs.): «Y yo, Juan, vi la ciudad santa, la Jerusalén nueva, que de parte de Dios descendía del cielo, y estaba aderezada como una novia ataviada para su esposa».

Reconstrucción del Templo de Salomon. De arcspace.com

Mircea Eliade, El mito del eterno retorno (1951). Referido por Borges en Libro de Sueños.
Lea El Mito del Eterno Retorno:

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